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Robert Rosell Roso

Jefe de Contratos en Girona Centro

Empezar por uno mismo

Estaba pensando sobre qué aportar al blog y me ha venido a la cabeza una reflexión personal:

Está claro que la mejor aportación para conseguir una sociedad sin desigualdades entre hombres y mujeres en todos los ámbitos (laboral, social, cultural, familiar…) se encuentra en la educación, el ejemplo y la influencia que hayan recibido de nosotros los adultos del mañana.
Yo tengo un hijo de 7 años y una hija de 4 y creo, o me gusta creer, que los trato y educo en igualdad, sin hacer distinciones entre ellos por su género. Pero… ¿los trato realmente de la misma forma? ¿Les riño o felicito por los mismos motivos? ¿Les permito o desaconsejo las mismas cosas? ¿Les propongo los mismos juegos? ¿Los mismos deportes o actividades? ¿Hago con ellos los mismos dibujos? ¿Y los pinto de los mismos colores? ¿Soy igual de protector con los dos? ¿Siento los mismos miedos cuando les imagino enfrentándose a su vida futura?
A muchas de esas preguntas respondo con un orgulloso SÍ, y al resto intento alegar que el niño es mayor, que la niña es más minuciosa y detallista, que tal vez el niño es más obediente, que la niña tiene un carácter más fuerte o que, a fin de cuentas, sencillamente son distintos.
Entonces, ¿puedo afirmar con rotundidad que ningún estereotipo asociado a la distinción entre géneros influye en el trato y la educación que les doy a mis hijos?
En la respuesta sincera a esa pregunta se encuentra la magnitud del trabajo que nos queda por hacer. La evolución como sociedad requiere cambios en cada individuo.