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Alberto Justel

Responsable de Comunicación y Marketing Internacional

No nos podemos permitir la desigualdad

Las Naciones Unidas pusieron en marcha en 2016 una campaña universal orientada a la adopción de medidas contra la pobreza, a favor de la sostenibilidad y con vistas a garantizar la paz y la prosperidad de todas las personas: los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

De los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el número 5, el que hace referencia a la igualdad de género, constituye uno de los de mayor importancia, por alcance, por intensidad y porque transversalmente afecta a todos los demás. No puede existir justicia mientras no exista igualdad de género y no podemos hablar de una educación de calidad mientras ésta no tenga como uno de sus valores principales la no discriminación.
No deberíamos haber llegado al siglo XXI con desigualdades de ningún tipo pero en el caso de la desigualdad de género con más razón si cabe. La desigualdad de género origina un bloqueo en el progreso social y ninguna sociedad contemporánea puede permitirse establecer roles dominantes por razón de sexo o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
En el caso de las organizaciones empresariales sucede lo mismo e incluso podemos ir un poco más allá. Una compañía que quiera ser competitiva en el contexto actual no puede permitirse desperdiciar talento por mantener una inadecuada política de igualdad. Las aptitudes y potencial de todos los trabajadores deben de ser explotados al máximo mediante convenientes estrategias de promoción y de desarrollo no discriminatorias.
Además de porque se trata de un derecho humano y de ser una exigencia a gritos que el desarrollo social reclama, incluso en los más puros términos de utilidad, la desigualdad de género a todos los niveles es simplemente inaceptable.